sábado, 16 de marzo de 2013

Flash-Back, Déjà vu, o sencillamente recuerdos

Lo comenté aquí hace tiempo: el primer recuerdo que tengo de una moto no es el de ver una en la calle, escucharla o ver una película en televisión o en el cine cuya protagonista fuera una. No, mi primer recuerdo es real, es vivido por mí y es el de sentir el viento, la sensación de velocidad, agarrado al manillar de la moto de mi padre, mientras íbamos por las carreteras o caminos cercanos a mi pueblo. El sonido de una Montesa Brío 82 de 1959 me retrotrae más de 30 años en el tiempo, hasta finales de los años 70 y principios de los 80, cuando mi padre y yo hacíamos excursiones por el campo, siempre cerca de mi pueblo, a lo que él llamaba "ver caza", que era una excusa perfecta para patear monte viendo -a nada que tuviéramos suerte- conejos, perdices, palomas, liebres e incluso algún zorro asustado por Bruja, la perra de caza de mi padre.
Hoy he ido al pueblo a unas gestiones y mientras mi madre llegaba de hacer las suyas a casa, me he dado un tiempo libre para sacar un poco la moto, pasar por la gasolinera para revisar las presiones -estaban algo bajunas- y dar un pequeño garbeo.

Hacía una mañana perfecta con poco frío y un sol que animaba a pasear con tranquilidad, sin prisa ninguna, dejando que la moto marque el ritmo y no forzarla en ningún momento -aunque de vuelta, en una bajadita la he apretado un pelín-, paseando a 50-60 km/h, disfrutando del sol, del paisaje, de los primeros signos de la incipiente primavera, ha sido en definitiva, una gozada.

Pero el tema del Déjà Vu no viene por eso, viene porque a pocos kilómetros del pueblo, me he desviado por un camino que sube hacia el monte desde la vega, se pasa por viñedos, algún olivar que otro y por algunas tierras medio abandonadas con almendros en flor. Al circular en 1ª, sobre todo por no forzar la moto y disfrutar del paisaje, viendo a algún conejo despistado correr a refugiarse a sus "bocas", el olor del tomillo, y la combinación -extraña, lo sé- con el olor del aceite de la mezcla sumado al sonido característico del motor de dos tiempos me ha recordado momentáneamente una situación similar en mi pasado remoto, el mismo sol, el mismo camino, el mismo olor y un sonido muy similar. Las diferencias, que pueden parecer muchas, pero también pueden parecer no ser tantas, principalmente radicaban en que ésa situación no la vivía desde hace más de 30 años y, aunque no era yo el que conducía la moto, la imagen en mi retina -el campo, el depósito de la moto- era prácticamente la misma. 

Han sido unos breves segundos, tan breve ha sido el momento, que he parado la moto para saborearlo, para intentar retenerlo y me he dado cuenta de todo lo que ha pasado desde entonces: toda mi vida hasta hoy. Y aquí estoy, con cuarenta y un tacos, dando un paseo en una moto que es mayor que yo y que es el mejor recuerdo material de mi padre, sintiendo y viviendo perfectamente, una situación similar ocurrida hace tantos años.

Me he detenido un momento, he parado la moto y me he quedado en silencio, disfrutando del instante, del sol, de los sonidos del campo, de sus olores, del zumbido de las abejas en los almendros cercanos, del contraste del pardo de los cerros con el azulón del cielo, de uno de los escasos momentos en los que tienes la sensación de que se detiene el tiempo por un momento y todo queda en suspenso, a modo de tregua, por un rato. ¡Mmmmhhhh....! He suspirado, he respirado profundamente, le he tirado un par de fotos a la moto, y me he dado la vuelta, para casa. Ese instante, es de las cosas que te quedas dentro, y que luego te ayudan en la vorágine del día, en el estrés de la vida y en las prisas del mundo a tu alrededor.


 ¿Habéis tenido alguna vez esa sensación de estar en la cama, muy de mañana, despierto un rato antes de que suene el despertador y todo se ponga en marcha, y estáis deseando que ese rato aún dure, mientras lo disfrutas como un momento íntimo, de paz, sabiendo que fuera el mundo gira y gira, pero tú tienes un pequeño tiempo de tregua? Esa sensación es maravillosa. Esa misma sensación he tenido hoy, con el regalo añadido de haber sentido mi piel erizarse recordando perfectamente un instante igual de hace más de 30 años.

Que tengáis una buena semana.


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