domingo, 20 de octubre de 2013

Mijares, sin motor de explosión



Una vez leí una entrevista a Ned Overend, y le preguntaban por qué le gustaba pedalear en alta montaña y decía que le encantaba la sensación de quemazón en las piernas cuando lo hacía. Lo cierto es que cuando practicas ciclismo, tarde o temprano vas a tener esa sensación en el momento que intentes pedalear en una zona con mucha pendiente o por una carretera con mucho desnivel. No es que me guste en particular esa sensación, pero sí lo que la provoca: el pedalear por una carretera con mucho desnivel.
Existe una carretera que tiene esta característica, entre otras muchas, y es la que comunica los valles del Tiétar y el Alberche, ambos en la provincia de Ávila, la AV-901 y que culmina en El Puerto de Mijares.
Mi mujer dice que es mi segunda casa y lo hace porque me encanta ese puerto, el paisaje, el trazado, la soledad, las vistas, las sensaciones de montar en moto por aquí, el apartarte por un rato del ajetreo de la vida en Madrid, etc. Pero también practico el ciclismo, de montaña y de carretera, y uno siempre tiene clavada la espinita de querer recorrer estos puertos en bicicleta, lo que supone un reto mucho mayor que hacerlos en moto –gasolina y poco más-. Y hacía tiempo que me prometí que lo haría.
El momento adecuado era justo esta semana, estamos disfrutando de un inusitado buen tiempo del recién estrenado otoño, con sol y calor, y eso en ciclismo es un regalo. Las promesas hay que cumplirlas, nos cuesten más o menos, y para mí el día había llegado. Elegí el jueves 17 de octubre porque la previsión era buena, tenía el día libre y estaba suficientemente entrenado; si esperaba a entrenar más, el otoño se me echaría encima.
No dormí bien, quizá pensando en lo que me esperaba o en cosas del trabajo o del proyecto, el caso es que mi ánimo no era todo lo positivo que se esperaría. Pero me podían las ganas de pasar una mañana de buen ciclismo, así que tras preparar todo para allá que marché.
El camino hasta Piedralaves es una maravilla, entiendo que para lo que usan a menudo esa carretera, el no tener autopista desde las Navas del Rey ha de ser una faena, pero desde luego, para ir relajado, disfrutando de la carretera, del sol y el paisaje, es una maravilla. Dejé el coche en Piedralaves, para recorrer el tramo de carretera hasta Casavieja y poder ir calentando un poco y que no me pillara el puerto “frío”. Además, se aparca fenomenal  y a la sombra.
Tras preparar todo, bidón de agua, pastillas de glucosa y algún caramelo, estiro un poco y vamos allá: el primer tramo es una bajada vertiginosa, rápida por la CL-501, dejamos a la derecha la base de helicópteros y en apenas dos kilómetros, llegamos al desvío de Casavieja. Esta carretera me gusta mucho, sobre todo la parte cercana al pueblo, ya que tiene unas curvas muy divertidas, y encima al ser en bajada en este sentido de la marcha, aún lo son más. Pero como en ciclismo todo lo que baja sube, me tocará desandar lo andado y ya veremos si me lo paso tan bien a la vuelta cuando se conviertan estas curvas en repechos que sortear.
En fin, rodando, rodando he alcanzado el desvío hacia Casavieja, aquí tenemos algún que otro tramo durillo pero sirve para desentumecer músculos de las piernas y “bailar” un poco encima de la bici, cosa que viene bien para calentar también los músculos de la espalda y brazos. Así, alcanzo la parte alta de Casavieja, y afronto los primeros repechos de subida, más bien tendida y monótona hacia Mijares. Es un tramo muy bonito, en el que pasas de recorrer una zona con fincas cerradas, plagadas de higueras –ni un higo han dejado en las ramas- y cepas a un tramo más “salvaje”, bordeado de pinos, algún castaño y robles. Lo mejor es que no hay casi nada de tráfico y voy muy tranquilo, el desarrollo lo muevo bien y me encuentro cómodo. Paro a hacer alguna foto y así descanso algo, que no me hace falta sufrir en balde y he venido a disfrutar y el paisaje, cuando se practica ciclismo es una parte importantísima.
La subida es cómoda y llegado el punto en que la carretera vira al norte y se ve el valle de Gavilanes, es llana y rápida. Paro a rellenar el bidón a la entrada del pueblo y cruzo Mijares, aquí tenemos uno de los repechos más duros del puerto y es la curva doble que hace la carretera saliendo del pueblo, tenso músculos e intento no levantarme de la bici: prueba superada. Poco a poco, bordeando las castañas que plagan la carretera –alguna cae al buche- sigo la ascensión con comodidad, hasta que cruzo el puente de la Garganta de las Torres y ahí si hay algún tramo más respetable, pero tengo ritmo y apenas bajo la "marcheta"; sigo pedaleando a unos 16-17 km/h que para mí es más que una buena cadencia.
Ahora todo el tramo que recorro es la vertiente oeste del monte y voy recibiendo el sol y nada de viento, lo que me ayuda en el pedaleo, hace calor pero a mí me va bien, así que perfecto. Es una delicia parar un rato la música y escuchar y percibir mejor lo que te rodea mientras pedaleas; el crujido de la agujas de pino bajo las ruedas, los castaños plagados de frutos, el olor de los pinos y las enormes piñas vacías por los arcenes. Ir en moto es divertido, cómodo y bonito, pero hacer el puerto en bicicleta te lleva a una dimensión más humilde, más cercana al ser humano, lo recorres a un ritmo más pausado –al menos yo- y lo disfrutas de una manera más intensa.
Bueno, que me enrollo y aún queda puerto. Una vez pasada la vaguada del Horcajo –fuente fresca y un par de nueces que caen en el buche- empieza la parte dura, con un primer repecho complicado pero que se pasa sin muchas dificultades, aunque las piernas ya empiezan a sugerir “qué tal un descanso”, pero ahora empieza lo bueno, cuando las piernas piden descanso es cuando realmente se disfruta, cuando tomas conciencia de que estás algo que exige concentración y cierta tenacidad para conseguir llegar a la “meta” es cuando realmente uno se siente bien.
 Las rampas se suceden hasta la más dura, en una curva cerradísima de derechas, y aquí comienza la ascensión del puerto más exigente, ya ves todo el recorrido que queda por hacer, la cima del puerto al final del barranco y cómo el trazado de la carretera se aferra a la montaña para arañarle un espacio que da con cuentagotas. Es posiblemente el repecho más duro de toda la ascensión, justo en una curva a izquierdas y un tramo de pendiente hasta la siguiente curva de derechas que, esta sí, es la antesala del tramo menos complicado: una serie de curvas suaves, con la subida más ligera más las ganas de llegar y ver el cartel del puerto, animan a las últimas pedaladas.
 
 
 El viento arrecia y las nubes ocultan el sol, pero la satisfacción por alcanzar la cima compensa todo lo que te rodea. Parada breve para hacer unas fotos, disfrutar del momento brevemente mientras me ajusto el chaleco cortavientos y los manguitos y toca el descenso.
 
Es un descenso que se hace largo, es un puerto de bastantes kilómetros y se tarda en bajar, pero las piernas los agradecen. Tengo en mi cabeza la caída de mi amigo Valentín también bajando el puerto así que voy con prudencia, pero me lo conozco muy bien así que no hay el menor problema, en algunos puntos me dejo caer hasta los 57 km/h de velocidad punta, pero lo normal es dejar que la gravedad haga el trabajo sucio. La única anécdota fue el cruzarme con una vaca en mitad de la carretera que se asustó un poco al verme aparecer pero nada más.
Paro un rato en Mijares a tomar un café cargado –voy ya justo de pilas- y llamar a Almu para ponerla al día y continúo. Hace sol, buena temperatura y la vuelta es una delicia; voy a buen ritmo y salvo el tramo de subida de la nacional, que le cuesta a unas piernas algo cargadas, el resto me encuentro cómodo y a gusto, además al venir un día laborable, no me he encontrado con apenas nada de tráfico y ha hecho mucho más tranquilo el día de ruta montañera.  
Los aficionados al ciclismo de verdad, yo soy un “globero”, tendrán como normal lo que para mí ha sido un reto, pero desde luego me siento mucho mejor tras haberlo conseguido y encima esta tarde tengo clase de Pilates, así que va a ser un día divertido en lo deportivo.
Cuando tenga la moto lista y revisada regresaré por aquí para decirle “hasta pronto” al puerto de Mijares, puede que pase un tiempo en volver por aquí.
Saludos

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